Mi mundo en cajas

Cuando ves todas tus pertenencias en cajas no puedes dejar de pensar, inevitablemente, en que eres poquita cosa. Que puedes meterte todo tú y tus cosas en un coche e irte a donde quieras, porque no necesitas ningún camión enorme para mudarte.
Pero como lo bohemio y lo nómada necesitan de un presupuesto mínimo para llevarse a cabo, del que yo no dispongo, habrá que volver a los orígenes.
Dejar este piso me va a costar. A pesar de todas las dificultades, siempre que llegaba aquí y me relajaba, realmente estaba feliz, todo lo que hacíamos era para mantener lo que había, y disfrutarlo era muy satisfactorio.
La próxima vez que escriba ya lo haré desde casa de mis padres. Se me hace muy cuesta arriba volver, y más si lo hago por una ruptura sentimental.
Necesito tiempo y espacio. Lo tendré, aunque mi madre esté como loca por averiguar las causas de la ruptura. Eso ya no importa, da igual.
Voy a llevar la CPU a ver qué le pasa, debo tener un duende dentro de fiesta, porque hace ruiditos y se me reinicia solo. Cuando salga del doctor, la llevaré a su nuevo hogar, a esperar que me pongan conexión de nuevo. Estaré unos días sin actualizar, y voy a dormir, dormir, dormir y dormir, que lo necesito.
Espero que me salga un trabajo pronto, porque llevo una rachita que parezco un inútil total, no me han seleccionado ni para un puesto de telemárketing en el que tenía que llamar a marujas hacendosas y comerles la cabeza para que concertaran una demostración a domicilio de esos cacharros con nombres en inglés que anuncian en la tele cuando vuelves de fiesta.




Lo que veis arriba es la vista que hay desde la ventana de la cocina de este piso. Es una vista espectacular de azoteas todas juntitas, puede ser una gilipollez, pero muchas veces me he relajado y tomado decisiones importantes desde allí, aunque ahora tendré que variar de vista reconfortante.