La Búsqueda

Ya llevamos casi un mes de este nuevo año. Quería esperarme a tener esperanza en él.
Y es que el año pasado ha sido muy difícil, y a la vez muy gratificante.
Yo no sabía cómo era eso de vivir en pareja, si sería capaz de adaptarme y de madurar conforme se consolidara mi nueva vida. Aprender a la fuerza. Dicen que sarna con gusto no pica. Yo discrepo. Cierto es lo maravilloso de compartir tu vida con la persona a la que amas, pero las vicisitudes cuando te vienen, te dan morcilla, vivas en un infierno o en un anuncio de compresas.
Buscar trabajo como un desesperado porque tienes que pagar el piso es una mierda, pero te aguantas porque eso lo has elegido tú y nadie más que tú.

La búsqueda...
Según el cristal con el que se mire, mi periplo por los trabajos más variopintos puede ser una sitcom, o una película de esas que emiten de niños con cáncer y esas cosas a la hora de la siesta. Pero no me desagrada, en cierto sentido, ese regusto agridulce. Por primera vez en mi vida, estoy haciendo algo de lo que no tengo ni la más mínima duda de si merece la pena o es una equivocación, de si es acertado o nefasto, de si me arrepentiré algún día de mis acciones.
Pienso que tengo total seguridad en esta etapa, aunque dejara la que antes era mi casa y su comodidad, los estudios, algunos amigos y muchos polvos por el camino.

Y todo por él.
Buscar algo no siempre es la mejor vía para encontrarlo. Hay veces que aparece ahí en medio de tu vida y te da una bofetada. Tras asimilarlo (cuesta creer que se encuentre por casualidad) es imposible ignorar su existencia.
Al final, un buen día, decides que buscar lo que no se encuentra es estúpido, pero que encontrar lo que no se busca es milagroso. Y que no se escape.
Por eso, aunque haya sufrido las iras de clientes engañados, la soberbia del que se cree superior a ti, la maldad sin sentido, la obligada desidia de los lupanadres, la explotación laboral, los contratos basura, la deshumanización de las multinacionales y las estafas de las ONGs; me haya vestido de Santa Claus o de cochecito y haya llorado, gritado y pataleado, y todo esto me jodiera bastante, no tengo ni un atisbo de duda:

La búsqueda o la no búsqueda ha terminado definitivamente. O al menos eso parece. Tanto lo uno como lo otro, tanto la otra mitad como el sustento estable, parecen como si fueran lo que me faltaba para ser feliz, y los he encontrado sin buscarlos.
Antes, a lo mejor, los había buscado sin encontrarlos.